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Astrónomos han identificado señales de estrellas supermasivas en una antigua galaxia ubicada a 13.300 millones de años luz

Si creías que el Sol es una estrella de grandes dimensiones, un equipo de astrónomos ahora sugiere haber encontrado, con ayuda del telescopio espacial James Webb de la NASA, evidencias de astros incluso más gigantes en los albores del universo.

Estas estrellas supermasivas, apodadas “monstruos celestiales”, serían 10.000 veces más grandes que la estrella anfitriona del sistema solar, además de ser hasta cinco veces más calientes, ardiendo a una temperatura de 75 millones de grados Celsius, indican en un estudio publicado en la revista Astronomy and Astrophysics.

Los científicos aseguran haber hallado rastros de estos ‘monstruos cósmicos’ cuando analizaban cúmulos globulares en GN-Z11, una antigua galaxia ubicada a 13.300 millones de años luz de distancia (es decir, 500 millones de años después del Big Bang).

Los cúmulos globulares son las agrupaciones estelares más primitivas en el cosmos. Estos cuerpos, con forma esférica, contienen cientos de miles o millones de estrellas y se encuentran presentes en todo tipo de galaxias. En la Vía Láctea, por ejemplo, se han detectado unos 180 de ellos, indica la Sociedad Española de Astronomía.

Las estrellas de los cúmulos estelares nacen casi al mismo tiempo a partir de una misma nube de polvo y gas, por lo que se espera que todas contengan las mismas proporciones de elementos químicos a lo largo del tiempo.

Sin embargo, en los cúmulos globulares ocurre una «anomalía de abundancia», ya que, por alguna razón, alguno astros poseen más elementos que otros. ¿Por qué?

Estrellas supermasivas: una explicación

Una posible explicación a este misterio, escriben los científicos, es que estrellas supermasivas «contaminaron» la nube de gas original mientras se formaban los cúmulos globulares, causando esa desigualdad de componentes químicos.

Sin embargo, esa hipótesis resulta difícil de comprobar, puesto que los teóricos «monstruos celestiales», al ser más grandes y calientes, también tienen una vida más corta. En otras palabras, ya no se pueden observar de manera directa, sino solo las huellas que dejaron a su paso.

“Los cúmulos globulares tienen entre 10.000 y 13.000 millones de años, mientras que la vida útil máxima de las superestrellas es de 2 millones de años”, sostuvo Mark Gieles, uno de los autores del estudio. Sin embargo, ahora el potente observatorio de la NASA parece haber encontrado una pista de que existen estos cuerpos.

Reveladas por el telescopio James Webb

Utilizando la visión infrarroja del James Webb en el cúmulo globular de la galaxia GN-Z11, se descubrió una densidad muy alta de estrellas, además de grandes proporciones de nitrógeno. Ese hallazgo, escriben los científicos, sugeriría que se están formando varios cúmulos globulares y que, por lo tanto, aún albergan un “monstruo celestial”.

“La fuerte presencia de nitrógeno solo puede explicarse por la combustión de hidrógeno a temperaturas extremadamente altas, que solo el núcleo de las estrellas supermasivas puede alcanzar”, expresó Corinne Charbonnel, principal autora de la investigación.

El próximo paso para los científicos será comprobar con el telescopio JWST si esa anómala abundancia se cumplen en otros cúmulos globulares de galaxias distantes.

 

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