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La noche en la época de las velas y las teas imponía límites a la vida diaria pero al mismo tiempo abría la puerta a toda una imaginería simbolismos especiales. La violencia siempre ha formado parte del paisaje nocturno, y los salteadores, nightwalkers, rôdeurs de nuit o los andatores di notte ponen de manifiesto lo poco seguros que eran los caminos en la noche. En las ciudades, el miedo a los asaltos en el propio hogar hacía que las casas tuvieran puertas de hierro y barrotes en las ventanas.

Los documentos medievales mencionan frecuentemente la hora del delito, y curiosamente todos hacen referencia a la hora sospechosa o la hora propicia para las malas acciones, es decir, el momento después del toque de queda nocturno. Pero la vida nocturna no era únicamente miedo y violencia; también había diversión. A la diversión nocturna contribuyó en gran medida el alumbrado público: hacia 1700 ya existía en muchas ciudades europeas.

En cuanto al sueño, en realidad se daba un sueño segmentado: la mayoría experimentaba dos intervalos de sueño. También se trabajaba de noche, y se conserva el registro de un panadero que, junto con sus ayudantes, trabajaba de 8 de la tarde a 7 de la mañana. Por el contrario, otros trabajos estaban prohibidos de noche.

En el campo, la vida nocturna tenía un ritmo diferente. La mayoría de las tareas agrícolas se realizaban durante el día, pero en las temporadas de siembra y cosecha, el trabajo se extendía hasta tarde en la noche. Además, en las noches de luna llena, los agricultores podían trabajar más horas gracias a la luz natural. También había otros trabajos en el campo que se realizaban de noche, como la vigilancia de los cultivos contra los animales salvajes o los ladrones.

En resumen, la vida nocturna en la época preindustrial estaba marcada por la inseguridad y la violencia, pero también por la diversión y el trabajo. El sueño se dividía en dos segmentos, y se trabajaba y se socializaba de noche. El alumbrado público mejoró la seguridad en las ciudades y permitió una mayor actividad nocturna. Sin embargo, la noche seguía siendo una parte menos conocida y explorada de la experiencia humana, y los límites impuestos por la falta de luz eran un recordatorio constante de nuestra propia fragilidad y dependencia de la tecnología.

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