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Si has tenido niños, o eres uno), y has sufrido el “síndrome del veterinario”, incluyendo algún funeral en la taza del water por un pez de colores, esta historia te hará reír a carcajadas!

Resumen: tuve que llevar la lagartija de mi hijo al veterinario.

Esto fue lo que ocurrió:

Una noche, justo después de cenar, apareció mi hijo para decirme que a una de las dos lagartijas que tenía prisioneras en su habitación le pasaba algo raro.
“Está tumbada y parece enferma” me dijo. “te lo digo en serio, papi. ¿Me puedes ayudar?”

Puse mi mejor cara de sanador de lagartijas, y le seguí hasta su habitación. Efectivamente, una de las dos lagartijas estaba tumbada boca arriba, y parecía muy nerviosa. Supe inmediatamente qué hacer.
“Cariño, ven y mira la lagartija”

“¡Dios mío!” exclamó mi mujer. “Está dando a luz.”
“¿Qué?” preguntó mi hijo. “si se llaman Bert y Ernie, ¡mami!”

Yo me quedé igual de estupefacto.

“¡Oye!, ¿cómo puede pasar esto? Creí que habíamos acordado que no queríamos que parieran”. Le dije a mi mujer, acusadoramente.

“Ya, pero y qué quieres que hiciera, ¿ponerles un cartel en la jaula? me respondió. Me pareció que lo decía con mucho sarcasmo)

“No, pero se supone que debías haber comprado dos machos”
“Exacto, Bert y Ernie !” mi hijo me apoyaba.

Para entonces, el resto de la familia ya estaba allí, a ver qué pasaba. Me encogí de hombros, tratando de sacar el mejor provecho de la situación.
“Chicos, esta va a ser una experiencia fantástica” les dije: “estamos a punto de ser testigos del milagro de la vida”

“Oh, animal!” me chillaron.
Escudriñamos al paciente con detenimiento, y después de mucho esfuerzo, vimos cómo algo parecido a una pequeña pata aparecía brevemente, volviendo a desaparecer tras un segundo escaso.

“No parece que estemos mejorando esto mucho,” comenté.

“Viene de pié,” susurró mi esposa, horrorizada.

“Haz algo, papi!” urgía mi hijo.

“Vale, vale.” Delicadamente, pillé la pata a la siguiente vez que apareció, y tiré de ella con suavidad. Pero volvió a desaparecer. Lo intenté varias veces más, con el mismo resultado.

“Llamo al 112?” sugirió mi hija mayor.

“A lo mejor nos ayudan en el parto.” Te imaginas la escena, rodeado de mujeres?)

“Vamos a llevar a Ernie al veterinario,” dije seriamente. Nos metimos en le coche, mi hijo llevaba la jaula sobre sus rodillas.

“Respira, Ernie, respira,” decía para animar a la lagartija.

El veterinario se llevó la lagartija a la sala de exploración, y observó detenidamente al animal con una gran lupa.
“Qué piensa doctor, ¿quizá una cesárea?” le sugerí, científicamente.

“Esto es muy interesante” murmuró el vete de repente. Señor y Señora Cameron, ¿puedo hablar con ustedes en privado un momento?

Tragué saliva, y le indiqué a mi hijo que saliera con un movimiento de cabeza.

“¿Ernie está bien?” preguntó mi mujer.

“Está perfectamente,” nos aseguró el veterinario. “esta lagartija no está de parto.de hecho, eso nunca ocurrirá. Ernie es un macho. Vea, Ernie es un macho joven. Y de vez en cuando, según va llegando a la madurez, como muchas otras especies…pues….vaya….que se masturba. Justo como acaba de hacer, tumbándose de espalda”. Se puso colorado, mirando de reojo a mi mujer.

Nos quedamos en silencio, tratando de asimilar aquello.

“O sea que Ernie está…está…simplemente… . . … excitado,” concluyó mi mujer.

“Exacto,” replicó el veterinario, aliviado porque lo habíamos entendido.

De nuevo el silencio. Hasta que mi maliciosa y cruel mujer empezó a sonreír, a reírse por lo bajo, un poco más alto. Y al final a carcajadas.
Le caían lágrimas por la cara. “Es que…me viene a la cabeza la imagen de verte tirando de……su…pequeña…..” tuvo que parar a coger más aire para la siguiente carcajada.

“¡Ya vale!,” le advertí. Le dimos las gracias al veterinario y salimos de allí a toda velocidad, metiéndonos en el coche.
Mi hijo estaba muy contento de que todo hubiera ido bien.

“Sé que Ernie te está realmente agradecido por lo que has hecho, papi,” me dijo.

“Oh, no sabes cuánto,” apostilló mi mujer, casi ahogándose de risa.

Dos lagartijas: 140 €.

Una jaula: 50 €.

Veterinario: 30 €.

El recuerdo de tu marido tirando de la picha de una lagartija:

No tiene precio!

Moraleja de esta historia: Pon más atención en la clase de biología. ¡Las lagartijas ponen huevos!

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