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Photo by George Poinar, courtesy of Oregon State University

Un insecto con la cabeza de E.T. – el famoso alien de la película de los ochenta – y patas prácticamente planas. Así es el animal atrapado en ámbar que se acaba de describir. Y dicho de esta manera, no se parece a ninguno que conozcamos. De hecho, y tal como se explica en una publicación reciente, no es como ninguno conocido. Ha habido que crear un nuevo orden sólo para él.

Si no estamos muy familiarizados con la taxonomía – la rama de la Biología que se encarga de categorizar a los seres vivos – hablar de un nuevo orden no nos dirá mucho. Pero es una de las categorías más altas. Por ponerlo en contexto, todos los escarabajos – de los que se conocen miles de especies, literalmente – pertenecen al mismo orden. Desde el escarabajo pelotero a los escarabajos joya, pasando por los conocidos como “mariquitas”. Un ejemplo más, el del orden Hymenoptera. A esta clasificación pertenecen animales tan parecidos como abejas y abejorros, y también las avispas. Pero también las hormigas.

Al estudiar el insecto encontrado en ámbar, los científicos dieron los pasos habituales. Estaba claro que era un insecto, y por tanto un artrópodo. Pero al buscar características comunes con otros insectos, se encontraron con que no se parecía a ninguno conocido.

Si el insecto no fuese tan antiguo, hubiera sido un problema. Pero al tener 100 millones de años – aproximadamente – existía la posibilidad de que se tratase de una novedad para la ciencia. Y tras mucho debate, los investigadores decidieron que era así.

Y también que se trataba de un grupo de animales que hoy en día ya no existen. Convivieron con los dinosaurios, llevando una forma de vida muy definida. El hecho de que tanto las patas como el cuerpo fuesen planas hace pensar que vivían entre la corteza de los árboles, depredando sobre ácaros e insectos más pequeño, o incluso hongos.

Otra característica curiosa es su “cabeza de alien”. Tiene forma de triángulo, con la punta mirando hacia atrás, y los ojos muy prominentes. Gracias a estas dos características se puede deducir que tuvieron un rango de visión de unos 180º. Vaya, que con simplemente girar ligeramente la cabeza, eran capaces de mirar hacia atrás.

Por desgracia, no se puede saber mucho más sobre Aethiocarenus burmanicus, que es el nombre que se ha dado a la especie. De momento sólo se han encontrado dos fósiles de esta especie, los dos conservados en ámbar. Esto impide que se puedan llevar a cabo ciertas pruebas, para las que resultaría necesario destruir la muestra.

Y antes de terminar, un detalle curioso. El investigador principal del proyecto, el doctor George Poinar, decidió inspirarse en este nuevo insecto para su disfraz de Halloween. Creó una máscara que replicaba el aspecto del insecto, y según sus palabras, el disfraz aterrorizaba a todos los niños que se acercaron a su casa en busca de caramelos.

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